No sé lo que me decías porque estaba sumergida en tu mirada.
Hablabas y componías el compás del espacio en el que me sentía sumergida. Era
tan extenso el verde en el que me hallaba intentando bucear y acaparar cada
fracción de segundo en el que me mirabas que no escuchaba tus palabras. Quizá
fuera una percepción falsa, quizá fuera mi mirada la que deseaba encontrar en
tus ojos un océano en el que comulgaran nuestras almas. Sólo sé que ese breve
espacio de una tarde me dejó, cuando te alejaste, un profundo pozo de añoranza.