Las palabras se han quedado mudas, han sido cercenadas con
la guadaña de una realidad que, perpleja, se mantiene observadora de la muerte
del espíritu, de la destrucción de los siglos de fervor a los sentimientos que
hicieron posible que el ser humano pusiera recta su espalda.
No resta mucho por
decir nada porque el cielo plomizo se ha desplomado sobre nuestras miradas
hasta transformarlas en borrosas imágenes de lo que desde hace siglos y Eras
tratamos de conquistar con la ayuda trasformadora del alma, una ilusión humana,
una revolución permanente, una quimera que se hizo alcanzable.
Pero hemos
perdido todo, ya nos han desposeído del aliento que alimentaba el hambre de
conocimiento, la ambición de amar y ser amados, la comunión con la Tierra y la
perplejidad de asomarse el Sol cuando la Luna optaba por apartarse de nuestra
visión tras el amanecer. Nos han supuesto perdedores de lo más preciado del
planeta y del germen de nuestro origen. Nos quieren ver destruidos y muertos,
ignorantes de que se levantarán legiones tantas como propósitos tengan de
destrucción.
Poco tiempo les queda a los adoradores de Satanás para ver,
por fin, sus tumbas abiertas esperando su llegada inefable, destino ineludible
de aquellos que han intentado exterminar al ser humano y con él, de la mano, al
Dios de la Creación y de la Vida. Pobres diablos!!!
Isabel Martínez Pita