Fuego y Tierra

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lunes, 23 de junio de 2014

Una longitud insalvable


Me siento a escribir sobre el peso que se posa sobre el asiento que me mantiene expectante frente al lienzo blanco e iluminado que espera que yo escriba algo, porque si no lo hiciera la propia pantalla cejaría en el empeño y se iría a negro de tanto letargo.

Parece de brujos, pero hace un momento una retahíla de ideas fluían sin necesidad de espera, pero cuando llega la hora  de depositarlas en la mejor compostura se diluyen hasta dar la impresión de que nunca existieron, de desconocer el espíritu que las animó a generar una composición breve pero inundada de sinfonías sutiles y armoniosas que me provocaban la volátil sensación de un momento trascendente. 

Y ¿qué era lo que yo me decía en esos momentos que hablaba conmigo? No recuerdo. Lástima que del cerebro al teclado haya una distancia de años, una longitud insalvable.

Recuerdo, sin embargo, que evoqué la impresión causada por la esperanza de ir a vivir, ya una vez jubilada, a una isla canaria. Sopesé en ese instante la inocencia con la que durante tantos años dibujaba mi futuro con el presente que  he cosechado y al que si tuviera que darle un nombre le llamaría ceniza.

Pero es cierto que esa idea, de la que emergen destellos que pudieran calificarse de gritos desesperados para asir la contemplación de una tierra acogedora en la que el mar y el sol provean a los sentidos los alimentos necesarios para poder llegar a ser realmente un ser humano pleno y sonriente, han hecho bullir nuevos compases en la sinfonía de mi ya aburrida vida.

Me incomoda este cromo en el que me han incorporado; por mucho que mire el cielo no hallo hueco por el que dejar escapar un solo esbozo de mi imaginación y desarrollar periplos y viajes, esparcir luces y colores con los que poder sobrevivir flotando sobre esta especie de conjuro con el que se empeñan en emponzoñarnos.

No hay forma de desprenderse de la tela de araña a la que nada más retirar las sábanas de la cama te quedas pegado. Y pienso, inútil anhelo, que cerrando los ojos me desprenderé de sus pegajosas hebras. Es inevitable, los sueños forman parte de la madeja y con el tiempo, entre el Sol y la Luna, los párpados tienden a oscurecer la claridad de los ojos y las comisuras de los labios se desploman a ambos lados de las mejillas: Inevitablemente es la tristeza que ya se ha instalado en el alma y dibuja perfiles  inconfundibles en su mascota más querida.


Observo a los demás para obtener respuestas y solo obtengo una sonrisa irónica al mirarme al espejo.














domingo, 20 de abril de 2014

¿Han muerto las ideas?

¿Son las ideas perdurables? Me temo que no, que no tenemos el tiempo de los niños para ahondar e incorporar en nuestra mente y espíritu la trascendencia de algunas claves que nos ofrecen ciertas personas a las que sí se les permitió hacer el trabajo de orfebre de cincelar su pensamiento. 

Pero la falta de tiempo crea aborregamiento y alienación, crea desidia y alimenta las musarañas con las que tupimos no solo los ojos sino hasta la sensibilidad de las yemas de los dedos. 

Somos víctimas de nuestro tiempo y dejamos confiadas nuestras emociones o incluso nuestras epístolas a esa “nube” que, con nombre poético, no es más que un grupo de empresas que dirige nuestras vidas. 

Pero esa nube, como todas las demás, puede desintegrarse fácilmente y borrar en pocos segundos la memoria humana. ¿Nos encontraremos perdidos? Creo que no, simplemente porque al ser humano le sobra ya el pensamiento y la capacidad de acercamiento; el espacio inmenso de las horas en calma que permiten extender hasta la lejanía las sensaciones sutiles que nos ofrece la naturaleza. 

El halo de humanidad que describen los libros de otras épocas no lo encuentro entre los eriales inhóspitos que tejen el consumo y la ambición feroz de posesión que conducen a los hombres a las guerras y enfrentamientos y....sin embargo, nos hacen pensar que siguen existiendo buenos y malos, y trazan la geografía al gusto de las grandes compañías para presentarnos al resto de los mortales un cómic de dudosa veracidad.

Siento que tantas personas como somos no seamos capaces de rasgar las vestiduras a esa mentira que huele a podrido, por eso creo que las ideas han muerto.






















L'Oceano di Silenzio

Isabel Martínez Pita Obra Pictórica





Mare Crisium





The End





Faros en la Tormenta





Faros Atormentados




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