Fuego y Tierra

sábado, 6 de julio de 2024

Todas las Mañanas

 

Todas las mañanas una luz iracunda entra por mi ventana y, con sus iridiscencias viscosas, se apodera de mi cuerpo y mi mente logrando arrastrarme al vil fango diario de la rutina dictada por los que…no se sabe quiénes …nos arrastran a la cotidianidad de un ritual satánico en el que se adormece la sabiduría y la rebelión que nos han proporcionado horas antes los sueños, el único escape de esta celda a la que han atornillado mis pensamientos.

Volutas de recuerdos de una historia revelada por los años de una existencia involuntaria e imaginada bajo un patrón concebido de antemano, se revuelcan con la masa gris que encarnan mis pensamientos y un sabor ácido se adueña de mi boca y una mirada lasciva naufraga en el agua gris y triste de un grifo abierto sin razón alguna.

No puedo volver a la cama para reencontrarme con mis demonios alados que me trasladan al inhóspito vergel de los sátrapas que se adueñan de mis mejores momentos de ausencia, así pues, recojo de antemano en un saco los minutos que se descabezan del reloj de pared, todos los que me quedan hasta que les pida auxilio, que suele producirse a la misma hora en que las horas han reunido suficientes segundos.

He abierto los ojos con un café insatisfecho y observo en mi derredor la quietud de una habitación que todavía no tiene movimiento, porque aguarda a que el Sol pase aceleradamente por la ventana para poder demostrar la terrible sospecha de que su letargo es permanente, de que sólo con mis ojos podrá sentirse presente.

Abrir la puerta que me conduce a la calle es abrir el umbral del infierno y traspaso primero un pie y luego otro, observando sus respuestas ante la temible audacia de encontrarme con el otro, ese con el que me cruzaré en la calle y que posiblemente lleve en su frente grabados sus recuerdos a los que no me querré acercar. Quizá me encuentre con alguna sonrisa sumisa y temerosa de que le mire a los ojos o quizá sea yo a la que me tiemblen las carnes ante la mirada de alguien que, con perspicacia, se apodere de mis bajezas, de mis propias limitaciones y extraiga de ellas un veredicto para ser quemada en la hoguera.

Volveré a casa con la satisfacción de haber superado la prueba, pero con la certidumbre de que los días que me restan por librar la batalla habré de esconder el saco de mis sueños e ignorar la pesadumbre y la miseria que se ha adueñado de mi estancia entre estos pequeños metros cuadrados en los que habita mi existencia.      



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

L'Oceano di Silenzio

Isabel Martínez Pita Obra Pictórica





Mare Crisium





The End





Faros en la Tormenta





Faros Atormentados




Seguidores