Fuego y Tierra

domingo, 17 de enero de 2010

Faros

Faro. Que te adentras en el mar pensando que rivalizas con las olas, con tus ojos despiertos buscando la supervivencia de tu mirada ingenua, llorando en la soledad de esa picota que te has alzado y no es sino el orgullo de tu corazón. Faro, que arremeten contra ti los contratiempos de la naturaleza y permaneces inerte. Pero el miedo te acecha y te excluyes entre los pobres ladrillos con los que han construido tus muros. Te alzas soberbio sobre una exigua roca con la que te sientes aislado, pero de ti nadie se olvida y menos los que intentan derribar tu fortaleza. Faro, obsesión de marineros y solitarios, que con su pobre apego a la vida han hecho castillos entre las mareas. Recodo de poetas, imagen donde se revuelve el Finisterre del mundo, entraña de la sabiduría del ermitaño, corazón inextinguible de aquellos que buscan en la soledad el crisol de los colores de la vida. Faro, me llegas a las entrañas y me orientas hacia los abismos. Tu imagen sigue siendo la revuelta de tu objetivo y no hay nada más hermoso que un barco encallado en un rincón de tu casa, comunión inexpugnable de los corazones más sombríos y, sin embargo, Faro..., también a mi me arrastras hacia tu incansable luz.

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