Cuando el viento es más
fuerte que la tormenta y las nubes acarician con su lluvia mi piel.
No puedo dejar que me
quiten lo que he labrado durante toda mi
vida. No puedo dejar que nadie se apropie de mi nombre para poner en su lugar
el suyo por envidia y adueñarse de mis palabras, de mis pensamientos…de mi
inteligencia… lo que no les pertenece.
Gritaré y expresaré las más
abiertas de mis repulsas para esos seres que no tienen nada que decir e
intentan robar el alma de quien la tiene.
Pobres facinerosos que
quieren engañar con su palabrería a los
más incautos sin ni siquiera ofrecer su
mano y tender hacia la mejilla de un inocente un beso….esos no saben de qué
color está pintado el cielo…no saben que
la verdad está hecha para unos pocos y se atreven, sin embargo, a proclamar que
la tienen…..pobres diablos, envueltos
de su propia desidia que les hace disputar con los demás la propia amargura de
sus vidas.
Que sonrisa más triste les
acompaña para reírse del mundo sin saber cuál es su sustancia, qué amargas sus
muecas doloridas de un encanto que se muere en el momento de expresarlas, qué
podridas las ideas con las que engullen a las más tierna juventud que les
rodea.
Cuanto de gris hay entre las
paredes que me acechan con sus pobres personajes todos los días…durante ocho
horas…durante tantos años.
Proclamo mi libertad en
solitario y, desde aquí, mi decisión de tener mi propio espíritu y territorio para despejar mis horizontes de personajes
abyectos e insalubres.
Aquí estoy yo para
morir, pero con un alma que será inmortal, que es lo que muchas veces se
requiere.