Fuego y Tierra

domingo, 21 de agosto de 2022

Pobre Payaso

 

 

Me viste pasar a tu lado y yo me sorprendí al verte en frente de mi al sentarme. Ni una palabra. Ni una sonrisa dibujó en ningún momento tu rostro y tus ojos se habían hecho pequeños, quizás la amargura y la rabia con la que hablabas antes con frecuencia se han hecho ya costumbre y se han apoderado de lo que te quedaba de bondad y de alegría y, lo más triste, de tus grandes y claros ojos, aquellos con los que amabas.

Sentado con una pareja con la que en ningún momento sonreíste. No, tú no eras ese que estaba sentado enfrente de mí, eras un fantasma envejecido del pasado. Entonces comprendí que tú no habías llegado nunca a ser actor como te creías, habías sido siempre un payaso, encerrado en su vanidad y prepotencia con la que disfrazabas tus prejuicios y complejos.

Y te reías y hacías reír, pero en realidad sólo te reías de los demás, los menospreciabas, te daban asco y entonces tu cara se trasformaba en una mueca nauseabunda de desprecio. Pero los necesitabas, nos necesitabas e inventabas papeles con los que adular para tenernos atrapados entre tus hilos, con los que creías manejarnos a tu antojo.

Pobre payaso, tan solo y triste, y tan necesitado, dejando cadáveres a tu paso cuando ya nos habías borrado el nombre, porque a otro habías atrapado con tus hueros encantos. Incapaz de apreciar el aprecio, incapaz de saltar las barreras para ofrecer tu mano, caricatura de ti mismo, señuelo de don juan venido a menos.

Escritor de palabras encadenadas que creías brillantes y, sin embargo, eran solo altares a los atributos sexuales de los hombres que creías haber enamorado. Leer lo que considerabas tu poesía era un atentado a la belleza y a los poetas que durante siglos han engrandecido los sentimientos y han suscitado vuelos hacia espacios intangibles.

Ahora imagino que habrás hecho conmigo lo que tantas veces hiciste con los demás, cubrirme de heces para que nadie se acercara a mi…en eso sí eres maestro y tiene que ver mucho con tu poesía porque tienes obsesión por lo escatológico y te resarces en ello y lo sublimas.

La muestra de tu indiferencia, me demostraste, enfrente de mí, que era una herida abierta que no has podido cicatrizar porque careces de la valentía de saltar los muros que te tienen cercada el alma.         








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