Me viste pasar a tu lado y yo me
sorprendí al verte en frente de mi al sentarme. Ni una palabra. Ni una sonrisa
dibujó en ningún momento tu rostro y tus ojos se habían hecho pequeños, quizás
la amargura y la rabia con la que hablabas antes con frecuencia se han hecho ya
costumbre y se han apoderado de lo que te quedaba de bondad y de alegría y, lo más
triste, de tus grandes y claros ojos, aquellos con los que amabas.
Sentado con una pareja con la
que en ningún momento sonreíste. No, tú no eras ese que estaba sentado enfrente
de mí, eras un fantasma envejecido del pasado. Entonces comprendí que tú no habías
llegado nunca a ser actor como te creías, habías sido siempre un payaso,
encerrado en su vanidad y prepotencia con la que disfrazabas tus prejuicios y
complejos.
Y te reías y hacías reír, pero
en realidad sólo te reías de los demás, los menospreciabas, te daban asco y
entonces tu cara se trasformaba en una mueca nauseabunda de desprecio. Pero los
necesitabas, nos necesitabas e inventabas papeles con los que adular para
tenernos atrapados entre tus hilos, con los que creías manejarnos a tu antojo.
Pobre payaso, tan solo y
triste, y tan necesitado, dejando cadáveres a tu paso cuando ya nos habías
borrado el nombre, porque a otro habías atrapado con tus hueros encantos. Incapaz
de apreciar el aprecio, incapaz de saltar las barreras para ofrecer tu mano, caricatura
de ti mismo, señuelo de don juan venido a menos.
Escritor de palabras
encadenadas que creías brillantes y, sin embargo, eran solo altares a los
atributos sexuales de los hombres que creías haber enamorado. Leer lo que
considerabas tu poesía era un atentado a la belleza y a los poetas que durante
siglos han engrandecido los sentimientos y han suscitado vuelos hacia espacios
intangibles.
Ahora imagino que habrás hecho
conmigo lo que tantas veces hiciste con los demás, cubrirme de heces para que
nadie se acercara a mi…en eso sí eres maestro y tiene que ver mucho con tu
poesía porque tienes obsesión por lo escatológico y te resarces en ello y lo
sublimas.
La muestra de tu indiferencia,
me demostraste, enfrente de mí, que era una herida abierta que no has podido
cicatrizar porque careces de la valentía de saltar los muros que te tienen
cercada el alma.
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