Un desconocido ha llegado hasta el umbral de mis palabras, se ha parado a utilizar el tiempo en transformar el reloj y convertirlo en añicos para nadar entre los sueños con los que he sembrado unas páginas.
Una voz lejana y una imagen difusa me han querido mostrar la sed de los seres que aspiramos al movimiento sutil de las olas que embriagan los sentidos para acercarnos a escuchar nuestro corazón y el latido inmenso del Universo.
A percibir la materia de la cual está construido el mundo, de ese pedazo de nosotros mismos que navega en el magma gigantesco de un tremendo misterio que nos orienta hacia la clave de nuestro origen y hacia el único futuro con sentido, hacia la sinfonía inabarcable que construye, que crea y dibuja y colorea los paisajes de nuestra Madre Tierra.
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