Fuego y Tierra

sábado, 30 de octubre de 2010

A Ernesto J. García Bermejo

Cómo pueden estrellarse las estrellas en un infinito tan azul y perfilar tu sonrisa en el horizonte, tal como si fuera luna llena. Cómo puedes pintar de más verdes los colores de la hierba y aumentar la sinfonía de las esferas. Cómo eres capaz de arropar al viento y susurrar a las olas para contarles historias. Cómo es posible que seas capaz de manipular el tiempo y moldearlo a tu gusto, desafiando a las horas y los días y sus noches, dibujando formas que se transforman en álgebra de infinito viaje. Desatas los misterios de las entrañas inexpugnables del cielo y das melodía a los astros, sin requerir otra herramienta que la de tu sacrificado insomnio y la pasión que te transforma y alimenta. Tú mismo eres el laberinto que te nutre, insondable e inusitado, y tus ojos perforan las palabras, desechando lo inútil y cultivando lo sagrado. Eres el águila observando la carroña desde la distancia y en su vuelo apenas acaricia el suelo para alejarse ávida de otros horizontes donde desentrañar enigmas que te den respuestas a la sed de tu alma. No olvides que los que te queremos es porque hemos escuchado la liturgia de tus pensamientos.

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