Fuego y Tierra

sábado, 25 de diciembre de 2010

El despertador

Si las palabras pudieran ser como las nubes, frágiles, viajeras, perecederas...que toman una forma caprichosa para transformarse en otra cosa. No deberían ser estigmas ni proverbios sino simplemente vuelos que intentan perfilar alguna silueta que se acerque a mi forma indefinida de ser o de lo que intento por ello...

Si mis manos se acercaran siquiera a tocar los volúmenes inciertos de contenidos abstractos que vulneran las leyes de no sé qué física que les da la razón de existir. Si apenas una canción pudiera permanecer en mi memoria como la sinfonía de un momento que perdura...pero se evade como la espuma entre los dedos cuando intento acariciar sus pompas de jabón.

Cada instante no pertenece al reino de los relojes sino al aliento de los pálpitos y a los sueños que la noche los recrea. Los nombres y los rostros se esparcen y juguetean con los límites de mi propia memoria hasta adquirir contenidos inexactos a los que mi razón no alcanza. No sé si aciertan más mis pensamientos que las figuras nocturnas que llenan con sus extrañezas mi cabeza cuando consigo dormir.

No sé si es preferible desahuciar los atardeceres que perforan la nostalgia y dar gloria a las mañanas inocentes e inocuas que se limitan a ejercer de subalternos de la rutina y de esa luz que incita inevitablemente a apagar el despertador.

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